Es el espacio que funciona como puente entre los dos escenarios fundamentales de la vida y la obra de Cortázar: Europa y Buenos Aires. Cortázar nació en Bruselas en 1914. Llegó en barco a Buenos Aires en 1918. Volvió a Europa, por primera vez, en 1950, de vacaciones. En 1951 se fue a París con una beca que era, en principio, por diez meses. Nunca más iba a volver a vivir en Buenos Aires.
Pero, ¿por qué se fue Cortázar de Buenos Aires a París? ¿Se fue molesto o incómodo con el peronismo? ¿Se fue porque fue su sueño siempre? ¿Se fue para olvidar un desengaño amoroso? Sí y no a todo. En algunas cartas escritas ya desde Francia, Cortázar dio algunas pistas para responder a esa pregunta para la que no hay respuestas únicas o definitivas: “No me fui bien de Buenos Aires; después de haber creído que saldría de allí con pena pero sereno, ocurrió que me fui muy poco tranquilo, rodeado de sombras, incapaz de quitarme de los ojos (al menos como espectáculo) la imagen de todos ustedes en el barco y en el muelle. Irse no es nada, la cosa es darse cuenta que hay una mecánica de chicle, que te has quedado adherido y te vas estirando. (…) Si París me tragó ya los cinco sentidos, no pudo aún sacarme del pozo personal en que vivo. Ordenar papeles, hoy, ver asomar letras, rostros, cosas compartidas, me ha dejado triste; cada libro coincide con un tiempo, una casa, una voz, una polémica. La sola contemplación de un sobre, o el olor del papel, me devuelven a latigazos a Buenos Aires. No estoy triste de estar en París. Está bien, y ahora sé que es necesario que esté aquí. Pero el chicle, sabes”.