El popular barrio de La Boca es el hábitat de Martín del Castillo y de una nutrida población de inmigrantes, provenientes, sobre todo, de Génova (Italia), que formaron un proletariado urbano en el límite de la pobreza, con una cultura pintoresca y característica. El generoso Tito D’Arcángelo es un emergente de esta clase social. Miembro de una numerosa familia ya dispersa, vive con su padre anciano en lo que fue el garaje de una antigua casa señorial transformada en conventillo. Martín, aún más desvalido, terminará ocupando un cuartito prestado dentro de la precaria propiedad de la calle Patricios.
Un lugar habitual de reunión es el bar de Chichín, en la calle Pinzón, donde se lee el diario, se discute de fútbol (en el barrio se emplaza el estadio de Boca), se habla de política y se toma el “vermú”. Uno de los parroquianos, el borracho Natalicio Barragán, predice el apocalipsis. Retornará, como Tito, en la siguiente novela del autor, situada en los crueles años 70. Hoy La Boca es uno de los espacios turísticos más frecuentados de la ciudad, donde se llevan a cabo recorridos urbanos patrimoniales.