La confitería Rex (ubicada en la misma cuadra donde hoy está el teatro Gran Rex) fue un escenario doblemente importante en la vida de Gombrowicz. Por un lado, porque allí se reunió el comité de traducción de Ferdydurke, que se publicó en Buenos Aires en 1947 y se convirtió en una de las historias de traducción más curiosas de la literatura. Por el otro, porque se encontraba con amigos a conversar y jugar al ajedrez (muchas veces apostando, que era una de sus fuentes de ingresos). Sobre esto dice el también polaco Paulino Frydman, encargado de la sala: “Gombrowicz (…) jugaba y entre las partidas solía charlar, lo que no agradaba a sus adversarios. No era un jugador profesional, pero tenía un buen nivel para un aficionado. Su juego era muy personal, un poco fantasioso. No conocía bien la teoría y practicaba esencialmente el ataque. Además jugaba siempre con el estado psicológico del adversario. Tenía manías que ponían a los otros jugadores fuera de sí; por ejemplo, agarrar un peón entre el dedo índice y el medio y dar con él golpecitos secos contra el tablero”.