Frente a la Plaza Constitución comienza el primer cuento de Nombre falso. En “El fin del viaje”, un Emilio Renzi avejentado sale de la estación de ómnibus a la ciudad de Mar del Plata. Va a visitar a su padre, que, se sabrá enseguida, ha intentado suicidarse. Dice el narrador: “Faltan quince minutos para la salida del ómnibus; detrás de los cristales empañados los árboles de Plaza Constitución se disuelven en la neblina. Todo es lejano, vagamente irreal, como si siempre hubiera estado en ese hall esperando para viajar, como si hiciera años que hubiera recibido el llamado”. Esta bruma de irrealidad va mantenerse a lo largo del relato (especialmente en aquellas escenas en las que de una narración en pretérito se pase al presente) para borronear los límites del sentido: el fin del viaje es literal y metafórico.
También en “Homenaje a Roberto Arlt”, pero hacia el final del relato, aparece la Plaza Constitución. Esta vez el protagonista es Ricardo Piglia, que llega a Buenos Aires desde Mar del Plata después de ver publicado por Kostia el cuento de Arlt con un título apócrifo: “Nombre falso: Luba”. “Perdido en esos interrogantes me sorprendió ver que el tren ya se hundía en las bóvedas vidriadas de Plaza Constitución. En el primer teléfono que encontré, sin salir del andén, llamé a Kostia. En medio del sonido de los trenes y de la gente que cruzaba frente a mí, hablé a los gritos con un hombre de voz aflautada”. El relato, primera parte de la nouvelle que da título al libro, es una teorización y una puesta en escena acerca del plagio en la literatura. Con la falsificación y la pista operando en varios niveles de lectura, “Homenaje a Roberto Arlt” –y también su contracara “Luba”– sintetiza buena parte de lo que la poética pigliana propone, y que podría pensarse dentro de lo que él mismo llama la “ficción paranoica”: las claves de lectura del policial adquieren un sentido más profundo y se desplazan, más allá del género, al interior de la prosa moderna. De este modo, leer y escribir son el anverso y el reverso de un enigma, tanto al interior del relato como fuera de él: el escritor se convierte así en un criminal que disemina pistas, el lector es un crítico-detective en busca de series y relaciones.
“El fin del viaje” y “Homenaje a Roberto Alrt” abren y cierran Nombre falso. La Plaza Constitución los conecta, pero estos dos relatos pertenecen a dos instancias diferentes de la obra de Piglia. Dice en Los años felices: “‘El fin del viaje’ en un sentido cierra la poética que empezó en 1961 con ‘La honda’, más allá no se podía ir. Ahí están los norteamericanos, Pavese, ‘la narración’. ‘Homenaje a Roberto Arlt’, en cambio, abre cierto camino, la posibilidad de «pensar» en medio de un relato y quebrar la estructura”.