Dos de las revistas que dirigió Castillo, El grillo de papel y El escarabajo de oro, ubican su redacción en Maza al 1511, en esquina con Tarija. Se trata de la casa de Lilia Haydée Sierra, tía de Castillo, en la que éste vivió entre 1952 y 1963. Aquí llega una carta de Cortázar fechada el 14 de enero de 1960. El gesto es, en realidad, una respuesta: ese año había salido Las armas secretas, libro que Castillo leyó en un viaje en tren a San Pedro y que enseguida reseñó para El grillo de papel. Ahí, en esa reseña, advierte algo que hasta entonces había pasado desapercibido: que las iniciales Ch. P., en “El perseguidor”, corresponden a Charlie Parker. Al margen de este dato, Cortázar agradece con profusión la reseña de Castillo, en quien encuentra al primero en esbozar “una tentativa seria y bien pensada de entender y juzgar” sus relatos.
Tienen que pasar más de diez años, sin embargo, para que los dos escritores se conozcan personalmente. Una mañana de 1973 suena el teléfono. Del otro lado de la línea está Cortázar, pero Castillo piensa que se trata de una broma de sus amigos. Cuando descubre que efectivamente está hablando con Cortázar, arreglan un encuentro. “El hecho es que Cortázar quería conocerme”, anota en su Diario, “lo que viene a ser algo así como el mundo puesto al revés”. El encuentro se produce a la tarde, y queda signado por un “pequeño milagro”, de esos que pueblan las ficciones cortazarianas. Sylvia Iparraguirre, ya desde 1969 pareja de Castillo, abre la puerta, y en ese momento suena Charlie Parker. Cortázar agradece el gesto, pero Castillo le explica que en realidad se trata de una casualidad feliz: la música no fue elegida, sino que suena en la radio. Algo que a Cortázar, por otro lado, le resulta completamente natural.
El sábado 28 de julio de 2012 la Junta de Estudios Históricos de Boedo homenajeó a Castillo con una placa conmemorativa ubicada en Maza 1511, adonde llegara esa primera carta de Cortázar.