“En el Faustito de Corrientes estaba Germán García”, dice en una entrevista Luis Gusmán, recordando una época en que los libros “iban avanzando en contra de un sistema imperante”. Corrientes 885, esquina Esmeralda: ahí estaba Faustito, una sucursal de la conocida librería Fausto, que supo ser un modelo de librería totalmente innovador en el que se destacaba la presencia de verdaderos libreros.
Fue ahí, entre 1965 y 1968, donde Germán García trabajó como librero y se dedicó a recomendar Ferdydurke, de Witold Gombrowicz, libro que en alguna entrevista dijo que era el que le hubiera gustado escribir. Contó, en varias ocasiones, cómo más de una vez debió bajarse del colectivo por la risa que le generaba su lectura. En su ensayo sobre el escritor polaco dirá, de manera categórica: “Ferdydurke fue la risa”. En ese mismo ensayo relata que, trabajando en la librería, consiguió cincuenta ejemplares de la edición Argos de Ferdydurke y se dedicaba “a venderlo a cuanto desprevenido apareciera y fuera capaz de escuchar mi disertación ardiente. ¿Una madre quería una novela para su hija de quince años? Ferdydurke. ¿Un industrial deseaba algo liviano para las vacaciones? Ferdydurke. ¿Un enamorado quería sorprender a su equivalente femenino? Ferdydurke”.