En el bar Ambos Mundos, hoy demolido, transcurre la acción de “Las fieras”, uno de los cuentos más representativos del mundo de Roberto Arlt. El título hace referencia a los cafishios, asesinos, proxenetas y ladrones, que noche a noche, recalan en una mesa de Ambos Mundos para compartir un café, la música de la victrola que toca una muchacha, un juego de naipes o de dados y, principalmente, el silencio, un silencio “que se descarga en la mirada o en una inflexión de los labios respondiendo con un monosílabo a otro monosílabo. Cada uno de nosotros está sumergido en un pasado oscuro donde los ojos de tanto haber fijado, se han inmovilizado como los de cretinos que miran absurdamente un rincón sucio”. Sentados junto a la vidriera, estos “ex-hombres” permanecen largas horas sumidos en la angustia, el aburrimiento y el recuerdo canalla que coloca en sus rostros “una máscara de fealdad cínica y dolorosa”. Son el negro Cipriano, cocinero de prostíbulos y encargado de tatuarle con un látigo rayas moradas en las nalgas a las prostitutas desobedientes; Angelito el Potrillo, ratero y tuberculoso; Uña de Oro, Guillermito el Ladrón…