Otro de los bares significativos para Piglia, especialmente durante sus primeros años en Buenos Aires. Ahí escribe que tiene mucha experiencia en la disposición de los cafés en los que se sienta a trabajar. Que son, para él, un anexo del lugar en el que vive, mezcla de escritorio y sala de recepción de invitados. Sabe a qué hora los bares están vacíos y se pueden ocupar sin problemas para leer o escribir. Y escribe, también, cosas como “Hoy hay huelga general decretada por la CGT. Estoy en el bar Florida y me pregunto, una vez más, por qué tengo esa necesidad de registrar lo que pasa”. La cita es de 1965, y como tantas veces en los diarios, Piglia elige mostrarse como testigo, como extra, como un actor sin incidencia en la vida política del país. Es solamente una cara de esa figura topológica que son sus diarios. Ese mismo año anota, siempre en el mismo bar: “Me gano la vida como historiador pero vivo como un escritor potencial, en los últimos meses he tratado de unir los dos trayectos”. Es un momento bisagra para él. Comienza a consolidarse, a ser valorado por el entorno, pero todavía no puede despegarse de la docencia.