En los años sesenta, la calle Corrientes con sus bares y librerías era el sendero obligado por el que transitaba la intelectualidad de la época; lugares de lectura y escritura, pero fundamentalmente de discusión literaria y política. Esa Corrientes comenzaba poco antes de Callao y terminaba a un par de cuadras pasando el Obelisco. El Bar La Paz era una de las paradas obligadas en cuyas mesas se encontraban figuras como Alejandra Pizarnik, David Viñas, Horacio González, Ricardo Piglia, María Moreno, Luis Gusmán, Oscar Masotta, Nicolás Casullo y Enrique Fogwill.
“Lo conocí mientras caminábamos por la calle Corrientes, que es lo mismo que decir que nos conocimos en casa”, dirá la escritora María Moreno en su nota “Germán”, agregando también: “Hice un curso sobre Lacan con Germán García. Si mal no recuerdo, el primero que armó. Mi aplicación era intermitente. Cuando me distanciaba él me mostraba en medio del café La Paz, delante de todos, una propaganda de la película Kaspar Hauser: en lugar de ponerme el bonete de burro me identificaba con un hombre de los bosques, pre alfabeto y que aún comía en cuatro patas”.
Por otra parte, Eduardo Silveyra relata que, en el mismo lugar, unos años más tarde, se encontró con Germán García: “Al preguntarme a qué me dedicaba, le respondí, a escribir. Respuesta que fue devuelta con otra pregunta: ‘¿Qué publicaste?’. Nada, volví a responder. Fue así que Germán se volvió más lacerante y lapidario, al decirme: ‘Entonces, todavía no sos escritor’”. La conversación hizo que Silveyra se analizara y publicara su primera novela.