Los teatros, cines y librerías de Corrientes conformaron (y lo siguen haciendo) uno de los polos culturales más importantes de la ciudad. Fogwill revolvía estantes de las librerías para leer libros de literatura, matemática, astronomía, biología y mecánica de motos y autos. Su avidez por el conocimiento no tenía límites.
Había un bar que aglutinaba a los intelectuales: La Paz. Fogwill dejó testimonio de lo que representó para su escritura esa experiencia. En una carta le escribió a Germán García lo que aprendió de él en las clases en el bar La Paz: “Hay un rasgo de estilo en literatura, la manera como los sonidos se van hilando en su variedad, se deslizan, se enlazan, se sobrepasan, triunfan siempre proyectados hacia adelante”.
En el antiguo Bar Gandhi (Corrientes 1743) una periodista (testigo de una maratónica tertulia en el bar) le pidió a Fogwill que replicara en una nota lo mismo que le había escuchado contar, café de por medio. Fue en 1999 y él escribió: “Hablaba de algo que me oyó bardiar en una mesa de (¡justamente!) Gandhi como si fuera posible proyectar sobre un texto el efecto de ese género paraliterario que flota entre la oralidad, el rito, el juego y el cortejo nupcial, y que en condiciones muy favorables de la circulación de signos y cuerpos a través de las horas y de las mesas, y bajo efecto de esos toques de gracia que casi nunca se consiguen, concede al bardo de mesa de café el minuto de gloria que justifica el ridículo que representa durante toda la vida”.