Cortázar conoció a Paco Porrúa en la visita que hizo a Buenos Aires en 1960. Porrúa era un traductor nacido en Galicia, que había llegado a la Argentina en 1940. Y era el responsable de que existiera Ediciones Minotauro, una subsidiaria de Editorial Sudamericana dedicada a la ciencia ficción.
Paco Porrúa trabajaba con Aurora Bernárdez y eran amigos, porque ella había hecho varias traducciones para Sudamericana. Cuando se reunieron por primera vez él y Cortázar, Porrúa se comprometió a recuperar los ejemplares de Bestiario que habían quedado en un sótano de la editorial. Los ejemplares estaban ahí guardados y el libro no se había difundido casi nada. Paco rescató esos libros, y así empezó una larga amistad.
El momento más importante de la relación entre los dos fue con la publicación de Rayuela. Para ese momento, Porrúa ya era un editor de relevancia en Editorial Sudamericana, y su trabajo con la novela de Cortázar lo ubicó para siempre como uno de los grandes editores de la literatura latinoamericana del siglo XX.
En 1970, cuando Cortázar pasó seis días en Buenos Aires, se reunió con Paco en su casa de la calle Piedras. Hacía siete años de la publicación de Rayuela y dos de la separación entre Cortázar y Aurora Bernárdez.