Allí vivieron Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares desde la década del 40 hasta su muerte. Y allí María Elena Walsh fue la invitada de Silvina muchas veces a lo largo de los años. Así cuenta detalles de estas antiguas visitas en su libro Fantasmas en el parque: “He compartido muchas veces este o parecido menú (pollo, arroz blanco, espinaca hervida, gelatina) en vida de don Adolfo Bioy padre, patriarcalmente serio, de chaleco de piqué blanco con solapas (…) A esa mesa siempre está Borges, con la cara muy cerca del plato, comiendo papilla y carne que le despedaza Adolfito, y luego devorando cucharadas de dulce de leche”. Y en el mismo libro cuenta también la última, de 1981: “Camino, después de mucho tiempo, por la arbolada cuadra de la calle Posadas, donde siempre hay porteros uniformados lustrando los bronces de otras puertas (…) Entramos de a poco en el interior de esa casa que me cuesta reconocer, bajo tanta capa de tiempo y abandono (…) La conversación es grata, fácil, como recomenzada de ayer, de a poco la voy viendo [a Silvina] y disfruto de su originalidad, de esa cortesía que ay, duele recordar…”. Y María Elena Walsh termina su crónica de un modo que resume su cariño y admiración por Silvina: “No volví a verla, queridísima fantasma inolvidable”.