Más que un chiste macabro o una mala casualidad, no parece tan improbable para el inconsciente de Bioy haber elegido el 8 de marzo, el Día de la Mujer, para morir. Bioy murió en el CEMIC de Las Heras. Los últimos años los llevó bastante bien, siempre con lucidez, pero con ciertos achaques. “La muerte es un final que desorienta. Vivimos para una larga vida y de pronto viene este tropiezo realmente imperdonable de la muerte y se va todo al diablo”. A Bioy no lo impresionaba tanto la inmortalidad, pero sí quería un poco más de tiempo: vivir ciento treinta, ciento cincuenta años. Complicaciones coronarias y respiratorias, por las que ya había sido hospitalizado, fueron las causas médicas de su muerte.