La desaparecida confitería Jockey Club fue uno de los epicentros de la vida cultural de los 50 y los 60, punto de reunión de escritores, psicoanalistas y pintores. Fue parte del aura de la Facultad de Filosofía y Letras, en Viamonte entre San Martín y 25 de Mayo, donde a su alrededor florecían bares y librerías en las que se reunieron muchos de los que después fueron los protagonistas de la vida cultural de las décadas siguientes.
Tanto cuando cursaba en la Escuela de Periodismo, como después en Filosofía y Letras, Alejandra se encontraba en la Jockey Club con compañeros de estudios, pero sobre todo con intelectuales y artistas de quienes aprendía y a los que observaba con fascinación, casi sin intervenir. Allí se veía especialmente con escritores cercanos a Sur, entre los cuales se destacaba H. A. Murena y escritores cercanos a la facultad, como Susana Thénon.
Gracias a Bajarlía pudo conocer también al grupo de los surrealistas que se reunía en El Temple (otro de esos bares, en Viamonte entre Florida y San Martín), como Enrique Pichon-Rivière (que luego sería su terapeuta), Elías Piterbarg y Aldo Pellegrini. Por ellos tuvo conocimiento de las revistas surrealistas (como Ciclo, que habían editado Pichon-Rivière y Pellegrini, y el único número de Qué, la primera revista surrealista del país, publicada en 1928 por Piterbarg).