El protagonista de Miserere se encontraba ahí con Rainer y su grupo, donde “esperaban el diario hasta la madrugada, leían y discutían sobre el caso Eichmann (…). Cada uno entendía que Los Leones era el hábito, tanto refugio como entretejido de tiempo. Para ellos el hábito estaba ocupado por el Eros guerrero y para mí por el otro Eros, que me causaba una ansiedad digna de un bolero”. La ampliación de la Avenida 9 de Julio terminó con esa zona: “Borrón y cuenta nueva, al estilo militar que había tajeado la ciudad con sus autopistas, como anulando un pasado y preparando el escenario para otro, como el que ahora se recordaba criminal, inesperado y atroz”.
Menos famosa que sus pares de la Avenida Corrientes, y nombrada en varias ocasiones en sus libros, esta confitería de Constitución fue otro lugar de encuentro y debates de filósofos, políticos y escritores. En el epígrafe de una entrevista a Germán García en Cerdos y Peces, Enrique Symms relata: “Germán García no se acuerda, pero nos conocimos en el año 1962. Yo tenía 17 años y estaba completamente extraviado. No iba al colegio, ni trabajaba. Me pasaba las tardes en Los Leones, bar mítico del barrio Constitución. Esa tarde estaba simulando comprender de Kant. Germán entró al bar y me señaló con el dedo: —Qué hacés perdiendo el tiempo leyendo a Kant… no hay nada para saber ahí—. Se sentó en mi mesa, atrapó mis poemas y empezó a leerlos: —Este es muy malo (pasaba las hojas), en este no hay nada … en este tampoco —de repente se detuvo—. ¡Epa, epa! Aquí hay una escritura. Aquel intervencionismo iracundo me fascinó. Además, ese texto que escogió, y que luego yo leí una y otra vez, me hizo descubrir algunos secretos de la escritura. Germán partió como si nunca me hubiera visto, sin embargo, en esa media hora fue mi maestro”.