Fundada en 1917 y cerrada en 2011, aún pueden apreciarse las características arquitectónicas del local y su tradicional marquesina, aspectos que no pueden cambiarse debido a que el lugar ha sido declarado “sitio histórico”. A esta confitería donde se desarrolló buena parte de la vida literaria de Buenos Aires en la primera mitad del siglo XX, concurría la familia Walsh en la década del 30, durante la infancia de María Elena. Allí llegaban, desde Ramos Mejía, un suburbio del oeste del Gran Buenos Aires, su padre Enrique, un inglés jefe de contaduría en el ferrocarril, su madre Lucía, su hermana Susana, tal vez alguno de sus cuatro medio hermanos mayores y la pequeña María Elena, a tomar té con masas y escuchar cantar a Juan Carlos Thorry, crooner de la banda de jazz Santa Paula Serenaders. Toda la música, la culta y la popular, y especialmente aquella cantada, pobló la infancia de María Elena Walsh, a tal punto que expresó: “Soy hija de Jeanett McDonald y Nelson Eddy, de Fred Astaire y Ginger Rogers…”. Más tarde, ya siendo una escritora adolescente con un primer libro de poemas muy festejado, la Richmond fue el escenario de sus encuentros con escritores y especialmente con Borges, que la invitaba a tomar el té allí y soltaba frente a la jovencita sus largos monólogos.