La familia Pizarnik estaba compuesta por Elías (el padre), Rejla (Rosa) Bromiker (la madre), y las dos hermanas, Myriam y Alejandra. Vivían en Avellaneda, pero se mudaron a Buenos Aires (sin Myriam, que se casó y tuvo hijos). En cierta medida, la mudanza se hizo para que fuera más fácil la vida de Alejandra en los nuevos lugares que frecuentaba (los diversos grupos literarios, la facultad, los bares de escritores y pintores), y también para que pudiera independizarse en sus idas y vueltas al centro.
Al igual que en Lambaré 114, ahí armó su universo en su dormitorio, donde tenía el escritorio que sus padres consintieron en comprarle (para sentirse más escritora), posters y fotos (de Gérard Philipe, de Kafka) y poemas pegados en las paredes. Allí recibía a sus amigos escritores y escribía hasta altas horas de la noche, cuando no estaba en el centro asistiendo a alguna de las reuniones de los grupos que integró: Poesía Buenos Aires, el grupo Equis, los surrealistas, los amigos (como Olga Orozco y Enrique Molina) cercanos al surrealismo y reunidos en torno de Aldo Pellegrini, o los actores, pintores y escritores que se reunían en el bar La Fantasma, donde reinaban Olga Orozco y su pareja de entonces, José María Gutiérrez.
Tal vez lo más significativo de este departamento sea que desde allí salió hacia París en 1961, como una poeta promisoria con tres libros publicados, para volver en 1964, ya convertida en una poeta consagrada gracias a su crecimiento literario y sus relaciones con escritores, como lo demostraron primero Árbol de Diana (que se publicó cuando ella estaba en París) y, sobre todo, Los trabajos y las noches, de 1965, por el que ganó el Primer Premio Municipal de Poesía.