El gesto de Fogwill de llevar a su nariz, inspirar profundo y adivinar las especias que se habían utilizado para la elaboración de un alimento (acertando todas las veces) habla de una percepción superlativa. El Gato negro es un café con tienda de especias y té de muchas variedades. Comino, nuez moscada, vainillas, clavo de olor y hebras de té de todos los rincones del mundo saciaban su avidez por desentrañar.
Los empleados del Gato Negro se enloquecían cuando Fogwill llegaba y les pedía uno y otro frasco para buscar aquello que, decía, iba a detectar si se lo dejaban oler.
En una discusión sobre la clave del dulce de leche (mientras era consultor de Arcor) desafió a los algunos ejecutivos a hacer una degustación de olores en el Gato Negro. Mientras recargaban las tazas con té negro, pidió la variedad de hebras de té con porciones de vainilla. Se los hizo tomar. Después, solicitó que de un frasco sacaran una chaucha de vainilla, se las hizo oler y les dijo: “La vainilla es la clave en el sabor del dulce de leche como la fórmula secreta en la Coca-Cola”. Discutía con convicción.
El cigarrillo deterioró ese don. Los años de fumador disminuyeron no solamente su capacidad de respiración, sino también la de la precisión olfativa. En sus últimos años de vida era común oír sus quejas acerca de que la EPOC le ocasionaba lapsos cada vez más prolongados que no le permitían distinguir olores.