El Querandí

Otro de los bares más emblemáticos de Gombrowicz en Buenos Aires fue El Querandí, donde desayunaba, merendaba y tenía reuniones todo el tiempo. Cuenta Ricardo Piglia que “cuando llegaba Mastronardi, uno de los grandes poetas argentinos, un hombre muy discreto y sutil, decía: ‘Buenas tardes, Gombrowicz’. ‘Calma, Mastronardi’, replicaba el polaco porque consideraba que sus ‘buenas tardes’ eran un exceso de sentimentalismo latinoamericano (…) Después, nosotros usábamos ese ‘calma, Mastronardi’ como una especie de remedio para las pasiones desatadas de la Argentina”. Pero la que probablemente sea la historia más conocida es la que narró Virgilio Piñera, presidente del comité de traducción de Ferdydurke, cuando en 1947 se citaron allí un rato antes de ir a buscar los libros, recién impresos, a la editorial Argos, que quedaba a la vuelta. Lo que Gombrowicz dijo en aquel momento fue: “Vamos, Piñera, llegó el momento… Empieza la batalla del ferdydurkismo en Sudamérica”.