Hebe Uhart estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires que, en ese momento, quedaba en el actual Rectorado y, más tarde, sería trasladada al edificio de Independencia 3065, hoy Facultad de Psicología.
Vivía y trabajaba en Moreno e iba a Capital para cursar. En su cuento “Él” aparecen personajes de su paso como estudiante por la UBA, aunque su último año, a los veintidós, lo terminó en Rosario, porque se enamoró de un hombre rosarino y se fue para allá.
Uhart no tuvo hijos ni estuvo casada. Su novio más importante parece haber sido un tal Ignacio, un poeta borracho con el que estuvo cuatro años y que cobró relevancia por contexto: como en Moreno se tenía que enfrentar con una casa marcada por ausencias —su hermano, su padre y dos de sus primos murieron alrededor de esa época—, Uhart se sentía invisible, inútil; con Ignacio se sentía eficiente y sabia.
Fue docente de Filosofía tanto en la Universidad de Lomas de Zamora como en la UBA. En esta última formó parte de la cátedra de Tomás Abraham, del CBC de Filosofía. Abraham decía, sobre Uhart: “Hebe tiene una mirada rara. Toca y se va. No le gusta que se le impongan. Es un ser libre, inaprensible. Sus palabras se miden con una vara pequeña. Le gustan las frases cortas y odia discutir. Prefiere intervenir con interrogantes (…). Pero no diría que es amable, por el contrario, es intransigente, eso por un lado; por el otro, su mirada no sale de sí, tiene la autonomía de ciertas locuras. Parece inconmovible”.