En Santa Fe y Callao estaban las oficinas de la agencia de publicidad de Fogwill. Funcionaban en un edificio de diseño francés. Eran tiempos en que el éxito como empresario (era dueño de la agencia de publicidad Ad hoc y de la empresa de investigación de mercado Facta) lo llevaron a ganar muchísimo dinero. En esas oficinas Fogwill irrumpía con sus poemas, los leía en voz alta sin importarle si interrumpía reuniones o tenía de frente a un cliente que buscaban una narrativa de slogans que rentabilizaran sus productos.
La caminata por Santa Fe para llegar Florida e internarse en el bar Florida Garden, iban acompañadas del recitado mental de poemas, mezclados con el Lieder de Schumann. En el Florida Garden se encontraba con políticos, intelectuales y periodistas. Cada mesa era un territorio que conocía palmo a palmo.
La tensión entre ser un exitoso publicista o un escritor tuvo una punto intermedio cuando incursionó en la experiencia editorial. Fundó Tierra Baldía para publicar Poemas, de Osvaldo Lamborghini; Austria-Hungría, de Néstor Perlongher, Majestad, etc., de Oscar Steimberg y El efecto de realidad, del propio Fogwill.
Se lo veía en todos los eventos, donde no solo discutía y provocaba, sino que se tomaba tiempo para promocionar a escritores desconocidos, como Alberto Laiseca y César Aira. Era año 1981, había salido de la cárcel y vuelto a trabajar en una agencia de publicidad que (¿coincidencia?) funcionaba donde estaba la de él, pero ya no era el dueño: su jefe era el hijo del presidente de facto Roberto Viola.