Alejandra estuvo internada allí en ocasión de sus dos intentos de suicidio, en 1970 y 1971, y a él llegó muerta el 25 de septiembre de 1972, tras ingerir cincuenta pastillas de Seconal Sódico. Acerca de las internaciones, de la primera se sabe muy poco, ya que no hay referencias en su diario, ni sus amigos guardan recuerdos importantes, excepto que a raíz de ella comenzó un tratamiento psicoanalítico con el doctor Jacinto Armando. De la segunda sabemos que fue muy extensa, pues abarcó entre cuatro y cinco meses de 1971, y hay abundantes testimonios en su diario, sus textos y sus cartas, así como recuerdos de sus amigos. Sabemos, por ejemplo, que intentó matarse primero con pastillas, y después con gas, y que en los dos casos fracasó, pero no tenemos la fecha exacta en que se produjeron esas tentativas.
En cuanto a sus condiciones de internación, como lo cuenta el doctor Marcos Weinstein, director del hospital en ese momento, por esos años se había comenzado a internar a los pacientes psiquiátricos en hospitales generales, a fin de no mantenerlos aislados. En el Pirovano los alojaban en una sala común –la Sala 18 de Psicopatología, para las mujeres–, y durante el día andaban por los pasillos del hospital, asistían a talleres de terapia ocupacional y recibían tratamiento psiquiátrico. Además, tras un tiempo de internación, podían salir durante el fin de semana para volver a dormir al hospital. Habitualmente recibían visitas, que en el caso de Alejandra eran muchas porque sus numerosos amigos iban seguido.
Rubén Brahin, que compartió con ella parte de la internación, cuenta que no le permitían escribir, para que así saliera de su mundo imaginario, de manera que solo hacía pequeños trabajos de pirograbado que ha guardado, por ejemplo, Antonio López Crespo.
De su sufrimiento y su certeza de no poder curarse da cuenta su texto “Sala de Psicopatología” uno de los más perturbadores que escribió.