En su visita a Buenos Aires de 1973, Julio Cortázar se encontró en el Hotel Alvear con el periodista especializado en jazz Nano Herrera. La reunión la había organizada el propio Herrera, para que Cortázar pudiera darse el gusto de conocer a Leandro Gato Barbieri, el gran saxofonista argentino que ya era reconocido a nivel internacional. Barbieri había grabado la banda de sonido de la versión cinematográfica del célebre cuento de Cortázar El perseguidor.
En esa charla, Cortázar le dijo a Gato Barbieri que no lo había escuchado nunca, pero que entonces fue a ver la película. Y aunque no le había gustado nada la adaptación al cine de El perseguidor, sí había disfrutado de la banda sonora. Después, Cortázar les contó a Nano Herrera y a Barbieri que el jazz que más le gustaba era el que había aprendido a escuchar de joven, en Buenos Aires. Y que, de toda esa inabarcable música, el artista que más lo había conmovido y seguía conmoviéndolo era Charlie Parker, en cuya figura se inspiró para escribir El perseguidor.