Esta calle emblemática de Buenos Aires, y una de las que más se ha transformado, fue frecuentada por María Elena Walsh durante toda su vida. Desde los paseos infantiles a la confitería Richmond y a la tienda Gath y Chaves (en el 200, esquina con Perón), edificio que aún subsiste y que hoy ocupa un negocio de ropa de mujer, donde a la María Elena Walsh niña la llevaban a cortarse el pelo y escuchar a la orquesta del ruso Dajos Bela, hasta su vejez, cuando gustaba de sentarse en el Florida Garden de la esquina con Paraguay. Entre medio, Florida –y sus inmediaciones– supo ser un corredor de intensa vida literaria, amistad y rebeldía juvenil. En la esquina con Viamonte había un café donde se reunían los jóvenes literatos a planear posibles revistas y criticar a figuras como Arturo Capdevila, Hugo Wast, Ricardo Rojas o Enrique Larreta, recitando en alta voz poemas burlones. Así como en la confitería del Jockey Club, entre Lavalle y Tucumán (hoy demolido y reemplazado por la galería Jardín), o en la London de Perú y Avenida de Mayo. En librerías como El Ateneo (al 300) y Peuser (sede central en Perón y San Martín pero con un anexo sobre Florida), María Elena Walsh y sus amigos se ponían al tanto de las novedades y dejaban sus propios libros en consignación. La galería Van Riel, en el 659, también era un punto de encuentro y discusión. Tanto Peuser como Van Riel tenían salones donde los poetas consagrados leían sus versos, y la barra de jóvenes buscaba colarse para divertirse a su costa. Otras travesuras que buscaban alterar ese “plácido paseadero en la ciudad color de murciélago, saludos y encuentros circunspectos” consistían en repartir flores a los transeúntes desconcertados a la voz de: “Señor, una flor” y reírse del desconcierto generado, o volcar rápidamente y a la vez todas las sillas de una confitería. También sobre Florida, en el 373, estaba el edificio de estilo neocolonial español del diario La Nación, en cuyo suplemento literario, dirigido por Eduardo Mallea, María Elena Walsh publicó sus poemas luego del período de El Hogar. Y en 1952 asistió a una Florida desconocida, cubierta por completo de flores, cuando se convirtió en el camino obligado hacia el velatorio de Eva Perón.