Después de un largo día, en el que participó de una reunión de la Sociedad Secreta en Temperley, recibió en su pensión la visita de Hipólita y visitó a los Espila y su rosa de cobre en Ramos Mejía. Ya de madrugada, Erdosain deambula por la ciudad. Estamos en Los lanzallamas, segunda parte de Los siete locos. Sonámbulo y atravesado por la angustia, Erdosain “se dirigió a una de las tantas churrasquerías que hay junto al mercado Spinetto, y apresuradamente recorrió algunas cuadras. Rodaba la luna sobre la violácea cresta de una nube, las veredas a trechos, bajo la luz lunar, diríanse cubiertas de planchas de zinc, los charcos centelleaban profundidades de plata muerta, y con atorbellinado zumbido corría el agua, lamiendo los cordones de granito”. En las inmediaciones del Mercado Spinetto, ubicado en la manzana delimitada por las calles Matheu, Adolfo Alsina, Pichincha y Moreno, Erdosain entra a un café donde acaban de levantar las cortinas metálicas. En ese café se queda dormido y presencia –o quizá sueña– el suicidio con cianuro de un joven que había matado a una muchacha en un hotel de la calle Talcahuano. Ese asesinato anuncia el crimen de Erdosain, quien asesinará a la Bizca en condiciones muy similares. Son las cinco de la mañana del 19 de agosto de 1929.