En la mansión de los Lezama ubicada sobre la calle Defensa se instaló este museo, que fue acondicionado como tal en 1910. Su arquitectura neorrenacentista tiene una torre mirador, una galería y cielorrasos artesonados, obra del artista uruguayo León Palleja.
Conserva, entre muchos otros, objetos personales pertenecientes a los protagonistas políticos de las guerras civiles argentinas entre federales y unitarios, que tanta resonancia alcanzarán en la novela. Aquí se halla el célebre retrato de Manuelita Rosas pintado por Prilidiano Pueyrredón en 1851.
Dentro del museo se exhibía en la época del relato primero de la novela, y desde 2015 se volvió a exhibir el sable corvo de San Martín que lo acompañó durante toda la guerra de la independencia, y que legó a Juan Manuel de Rosas “como una prueba de la satisfacción, que como Argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los Extranjeros que tratan de humillarla”. Se refiere así a la enérgica defensa de la soberanía nacional durante el bloqueo anglo-francés (1845-1850). Esta imagen de Rosas como representante de la Confederación y adalid de la patria se contrapone a la otra que desarrolla la novela, a través del relato sobre la muerte del comandante Bonifacio Acevedo. La Mazorca (organización rosista, con un ala armada) arroja su cabeza por una ventana de la casa familiar, provocando la locura de su hija Escolástica, aún niña. No obstante, Alejandra le dirá a Martín que tanto ella como Fernando (su padre) son federales.