El padre de Martín lo llevó a este parque, al sector de atracciones mecánicas, cuando era un niño (“querías andar solo en los autitos eléctricos, pero yo no te dejé, tenía miedo de que te asustaras con los choques”). También, por otro lado, es el lugar donde ejerció la prostitución (obligada por un proxeneta ciego) la mujer del portero gallego de la calle Guido, que luego será objeto, junto con su marido, de una presunta venganza de la Secta (“A ella ahora le parece hermoso aquel tiempo en que hacía el yiro en Parque Retiro: había sol, los muchachos marineros o conscriptos a veces eran buenos y tiernos; en fin, esas cosas de la vida, que siempre parecen tan maravillosas en el momento de morir, aunque hayan sido sórdidas”).
Antes llamado “Parque Japonés”, se lo rebautizó como “Parque Retiro” hacia fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando Argentina declaró tardíamente la guerra al Eje. Fue un parque de diversiones, frecuentado por familias y también, dada su cercanía al puerto (Dársena Norte), por marineros y por prostitutas. Se hallaba en el área comprendida entre las calles San Martín, la prolongación imaginaria de Marcelo T. de Alvear y Eduardo Madero, espacio que hoy ocupan el Sheraton Hotel y el complejo Catalinas Norte. Se demolió en 1961.
No hay que confundirlo con el primer “Parque Japonés” (1911), temático y de atracciones, de mayor brillo y envergadura, que fue devastado por un incendio. En sus mismos terrenos (Libertador y Callao), se erigió después el famoso Ital Park, que también sufrió incendios y fue clausurado en 1990 por la muerte de una joven. Esa zona está hoy ocupada por el espacio verde del parque Carlos Thays.