Una escena emblemática en la vida de María Elena Walsh tuvo lugar en el puerto de Buenos Aires el 4 de agosto de 1948, cuando, junto con un grupo de jóvenes poetas, fue a recibir a Juan Ramón Jiménez, invitado a Buenos Aires por la revista Los Anales de Buenos Aires. La relación con el gran poeta andaluz tenía el antecedente de que María Elena Walsh le había enviado su libro de poemas Otoño imperdonable y Juan Ramón le había escrito una carta notablemente elogiosa. Ese día María Elena Walsh faltó a clase y se dirigió al puerto junto con Hugo Lezama, Javier Fernández, Pepe Fernández, Alberto Greco y Sara Reboul, quienes al ver acercarse el barco comenzaron a corear el nombre de Juan Ramón, que subió a la cubierta, complacido. Así comenzó la relación personal entre el poeta laureado y la joven promesa, que desembocó en otra escena ocurrida en el mismo lugar: a fines de ese año 48, María Elena Walsh se subía a un barco con destino a Maryland, a vivir seis meses invitada por el poeta y su esposa, Zenobia Camprubí, una estancia difícil pero fundamental en su vida. A ese primer viaje le siguieron otros viajes en barco, y aunque luego estos dejaron de usarse como medio de transporte de pasajeros, reemplazados por el avión, el Río de la Plata fue siempre amado y evocado por María Elena Walsh: “Del puerto de este río salíamos al mar en barcos cargueros, tocos, con escaso pasaje. Disfrutar del viento en la proa fue una de las formas de descubrir un paraíso”.