Puerto Madero tiene embarcaciones y Fogwill fue un amante de los viajes en barco. Cruzar el Río de la Plata para llegar a Punta del Este, y animarse a más para tocar puntos en la Costa de Brasil, estaban en su bitácoras de viaje. En el cuento “El Japonés” exhibe su conocimiento y pasión por la navegación. Puerto Madero es, además, un sello de época, los 90, y una marca de clase media enriquecida a la que Fogwill retrató como muy pocos.
El final de este recorrido es el principio de un viaje. El de alguien que decía “Escribir me parece más fácil que evitar la sensación del sinsentido de no hacerlo”, y agregaba en Runa: “Nunca pude concebir forma alguna del goce que no integre los indispensables ejercicios de imaginar y de pensar. Lo mismo ocurre con escribir: Llamo a esto escribir”.
En el prólogo autobiográfico de Cantos Marineros en la Pampa dice: “Sé que la literatura nace cuando no hay nada que afirmar, sino todo lo contrario. Una carrera de encuestas de mercado y opinión pública me enseñó que la gente no sabe lo que hace, no dice lo que sabe y jamás hace lo que dice. Soy uno de ellos. Osvaldo Lamborghini me exigió no publiques antes de escribir, y ahora escribí para aprender a escribir con la boca cerrada”.
El viaje de Fogwill se desarrolla en aguas infinitas, con flotación inestable y amenaza de hundimiento. Lo importante en este viaje es no sentirse relajado, es no contentarse con el equilibrio porque él bien sabía que lo mejor de su arte salía cuando el caos de las marejadas llegaba a su vida.