Los primeros números de esta revista de culto se publicaron en el 3° D de Tucumán 1655, editorial de Alberto Alba. Al alejarse de Los libros por diferencias políticas, y siguiendo la idea de Bourdieu acerca de “la autonomía relativa del campo cultural”, crea Literal, junto con Osvaldo Lamborghini y Luis Gusmán.
Acerca de la misma, y en referencia a las teorías de Clausewitz, dirá: “Hay que hacer una revista a la defensiva. A mí me gustaban esas teorías, era muy de la época, todos leíamos las tácticas de guerra. Y el slogan defensivo de ese momento es: ‘no matar la palabra, no dejarse matar por ella’, trabajando un poco en la línea de Leo Strauss de ‘escribir en época de persecución’, que hacia fuera se entienda una cosa o nada, y hacia adentro se entienda otra. Cualquiera que estaba en el asunto sabía que ‘no matar la palabra’ era que no nos íbamos a callar, no íbamos a ser orgánicos. ‘No dejarse matar por ella’ quiere decir que no íbamos a ser guerrilleros tampoco. Ni orgánicos ni guerrilleros. ¿Qué vamos a ser? Nada, como el ornitorrinco”.
El objetivo de Literal era ampliar las fronteras de la literatura; cuestionar todo lo impuesto como tal hasta el momento, y también la idea de la literatura como propiedad del escritor. En este sentido, y siguiendo el modelo de la revista Scilicet, que publicaba Lacan en París, los autores no firmaban sus artículos, aparecían en una lista sin decir a quién pertenecía cada escrito.
Allí escribieron también Josefina Ludmer, César Aira, Hector Libertella, Eugenio Trías, Luis Thonis, Oscar Del Barco, Edgardo Russo, Oscar Steimberg, Aníbal Goldchluk y María Moreno, que aparecía con su nombre real, Cristina Forero.