Hay una foto famosa de 1931: los miembros del grupo Sur posan en la escalera de la moderna casa de Victoria Ocampo en la calle Rufino de Elizalde. Allí están Eduardo Mallea, Ramón Gómez de la Serna, Pedro Henríquez Ureña, Norah Borges, Oliverio Girondo, María Rosa Oliver, Guillermo de Torre y, por supuesto, Ocampo y Borges. En esa casa de Barrio Parque (construida por Bustillo siguiendo la concepción racionalista de Le Corbussier) funcionaron por un tiempo las oficinas de Sur. Durante las décadas del 30 y del 40, Borges publica en la revista muchos de sus mejores textos (que luego recogerá en Ficciones y en El Aleph); sin embargo, la relación entre ambos escritores fue siempre compleja, plagada de fricciones y desacuerdos. Los comentarios de Victoria sobre su amigo pueden ser celebratorios o críticos; pero siempre dan cuenta del deslumbramiento frente a su escritura: “A Borges le llevo una ventaja: lo conozco. La recíproca es improbable. Lo admiro. La recíproca es impensable”. En efecto, Borges suele ser hiriente y, cuando conversa con Bioy Casares, se burlan en privado con crueldad. Victoria ha dicho que ella no entiende los poemas en español y Bioy acota: “tampoco en otros idiomas”. Borges concluye: “Es claro, debí decirle: ‘¿Por qué esa modestia? ¿Por qué esa limitación?’. Su incomprensión es enciclopédica”. Pasando por alto ese desaire, Ocampo fue desde el comienzo la mayor promotora de Borges. Entre otras cosas, le presenta al joven Roger Caillois que resultará un intermediario fundamental para su consagración en Europa. Y en 1942, Sur publica un número especial de “desagravio” a Borges cuando la Comisión Nacional de Cultura le niega a El jardín de senderos que se bifurcan el Premio Nacional de Literatura.