Como toda cantautora, María Elena Walsh se asoció a Sadaic, la entidad dedicada a proteger a los músicos y recaudar sus regalías. Pero, además, trabajó formalmente para la institución en más de una oportunidad, llegando a formar parte del directorio. Se hizo cargo de las actividades culturales, mejorando las áreas de biblioteca, museo, copistería, recitales y escuela. En el despacho que ocupaba, ubicado en el segundo piso, se conserva la placa identificatoria con su nombre y un retrato que la recuerda. Allí, en el ámbito que María Elena Walsh sentía que le correspondía por encima de cualquier otro, fue velada entre el 10 y el 11 de enero de 2011. Innumerables personas pasaron a despedirse, desde la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández, a gente común a quien sus canciones habían acompañado desde la infancia, en un desfile incesante de personalidades, amigos, colegas, seres que habían recibido su ayuda generosa. Cuando su ataúd salía para el cementerio, la gente ocupaba la vereda y la calzada para decir adiós a la artista más propia, más genuina y popular.