Diseñado por Mario Roberto Álvarez y Macedonio Ruiz, había comenzado a operar en 1961. Fue allí, en esas modernas salas recién estrenadas, donde María Elena Walsh presentó entre mayo y diciembre de 1962 su espectáculo Canciones para mirar, con un éxito sin precedentes. “Hubo casos de niños que asistieron catorce veces”, consignó un periodista, a ver la obra y escuchar canciones que se hicieron tan famosas como “El reino del revés”, “La vaca estudiosa” o “La mona Jacinta”. Por ese espectáculo María Elena Walsh recibió la Medalla de Oro de Argentores, el primer premio de la Asociación de Críticos Teatrales de Buenos Aires y un premio internacional. Y una carta de Victoria Ocampo que celebraba “el logro perfecto de la expresión”. En ella le decía a María Elena: “ Y así, por influjo personal, hipnotizas a los niños, que escuchan, fascinados, lo que no pueden entender del todo, apreciar del todo, lo que a veces no les divierte del todo. Es una hazaña. No la realiza, con esos medios, sino un poeta que lo es de veras”. Al año siguiente, a pedido del teatro, estrenó allí Doña Disparate y Bambuco, con actores de primera línea y dirección de María Herminia Avellaneda. Entre las canciones de ese espectáculo figuran “La calle del gato que pesca”, “Los castillos”, “Twist del Mono Liso” y la más famosa de todas: “Manuelita la tortuga”.