En 1929, a través de la Asociación Amigos del Arte, Victoria Ocampo invita al arquitecto suizo-francés Le Corbusier a Buenos Aires a dar una serie de charlas sobre arquitectura moderna, arte que Ocampo apreciaba como “uno de los signos más reveladores de nuestra época. Nuevos materiales, nueva manera de vivir”. Durante esa estancia, Ocampo y Le Corbusier recorrieron algunas secciones de Palermo y —según el registro que evalúa los croquis del arquitecto y el relevamiento aerofotogramétrico de 1929—probablemente en la esquina de Ugarteche y Avenida Alvear (hoy Avenida Libertador), el arquitecto propuso elevar un pequeño rascacielos de cuarenta metros de altura orientado hacia el río. Como en esos años ya Alejandro Bustillo ya había construido el Palacio Devoto, podemos suponer que se trata de la esquina opuesta, la que hoy sería Av. Libertador al 2902. La idea parece haberlo obsesionado, pues por años siguió ofreciendo detalles sobre la construcción del edificio e incordiando a Ocampo con la realización del proyecto: “Un gran sindicato financiero me ha pedido colaborar en ciertos países del extranjero y particularmente en la Argentina”, escribía Le Corbusier en 1935, “inmediatamente yo les he propuesto nuestro pequeño rascacielos de Palermo”. Victoria Ocampo responde proponiéndole una nueva serie de conferencias y Le Corbusier la rechaza, reprochando el asunto del rascacielos: “Usted me lo había prometido”. Un año más tarde, Le Corbusier vuelve a la carga con el asunto: “Su pequeño rascacielos lo hará usted o no lo hará usted”; Victoria Ocampo no responde, pero ese mismo año encargó dos rascacielos a Alberto Prebisch, en la calle Perú 675 y 689.