Uhart tenía, además de viajar, dos pasiones notables: los animales y las plantas. Respecto de los primeros, les dedicó un libro entero: Animales. Le interesaba ir a los zoológicos, y, en particular, a las jaulas de los monos. En “Hola, chicos”, cuenta: “En el zoo de Buenos Aires hay una jaula con papiones. El cartel indica: ‘Papión sagrado de la India’. He ido a visitarlos tres veces; iría una cuarta. Siempre que voy me detengo antes frente del mono araña marimoña, que es el mejor equilibrista que he visto”.
Las anécdotas de Uhart mezclan, como sus crónicas, lo más cotidiano con lo fascinante. En algún momento fue a visitar a un ornitólogo, Miguel Santillán, y cuenta que la recibió con una tabla de carne y fruta. No para ella, claro: para las aves. Y, visitando la Feria de Frankfurt, se aseguró de conseguir un taxista que la llevara al zoológico —no así de convencer a otros escritores para que la acompañaran—.